¿Por qué en México vivimos con altos niveles de estrés laboral?
Quizá antes hayas escuchado que México ocupa el primer lugar a nivel mundial en estrés laboral, incluso por encima de economías más competitivas e híper productivas como China y Estados Unidos de América. Es cierto que tenemos la jornada semanal más largas a nivel global, lo cual denota que seguimos siendo un país que privilegia la presencialidad, aunque improductiva; y las horas silla, más que las horas de trabajo efectivas.
Se ha calculado que el 75% de la fuerza laboral activa vive con estrés laboral, dato brindado por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) incluso antes de la pandemia de COVID-19. Esto significa que 3 de cada 4 trabajadores sufre algún nivel de estrés laboral. Esto se pone considerablemente más grave cuando sabemos que 2 de cada 10 personas que sufren estrés laboral lo han vivido de manera sostenida por un período de al menos 2 años, lo cual da cuenta de condiciones propicias para desarrollar lo que hoy se conoce como síndrome de Burnout, o bien, síndrome de agotamiento profesional, cuyas consecuencias son devastadoras para la persona que lo sufre y, también es importante decirlo, para las personas en su entorno laboral y personal.
Sin embargo, más allá de las exigencias laborales reales, hay factores muy idiosincráticos de los mexicanos (y me incluyo), que valdría la pena analizar, porque sin duda son ingredientes innegables de la receta que deriva en el estrés laboral, tales como:
Poca o nula organización: a los mexicanos no nos gusta trabajar con agenda. Desdeñamos el impacto positivo de organizar nuestras actividades diarias. Empleamos poco tiempo para la planeación, y mucho para la ejecución de tareas que surgen espontáneamente y para andar “apagando incendios”, como se dice coloquialmente. Nos involucramos en tareas de poco valor para nuestro rol, y con frecuencia descuidamos las funciones para las que realmente hemos sido contratados.
Mucho esmero por agradar, poca habilidad para decir “No”: los mexicanos somos muy complacientes. Nos encanta ser los salvadores de todas las situaciones, incluso en las que no tenemos experiencia, competencias ni habilidades.
Culturalmente vemos como algo negativo decir “No” a una invitación, tanto en lo personal como en lo laboral. Por ende, nos llenamos de actividades, sentimos que no avanzamos en nada, y eventualmente culpamos a nuestra empresa o a nuestro jefe de que nos piden hacer muchas cosas.
Falta de asertividad y límites saludables: como mexicanos nos cuesta trabajo aclarar las cosas. Llegamos a un trabajo donde no se nos explican nuestras responsabilidades, sólo recibimos tareas, requerimientos, solicitudes, etc. No aclaramos para qué fuimos contratados. Aún si tenemos la fortuna de leer un descriptivo de puesto, no expresamos nada cuando se nos pide una cosa y luego otra completamente diferente; o peor aún, cuando se nos piden tareas con un enfoque completamente distinto, prácticamente para la misma fecha o lapso de tiempo.
Sé que las generalizaciones son siempre odiosas, y que seguramente hay muchos mexicanos que no son representados en estas situaciones. Pero más bien, analicemos qué pasa con una sociedad cuando la gran mayoría de la fuerza laboral no usa agenda, no planea, no respeta tiempos de entrega, no sabe decir “No” y por lo tanto no se enfoca; y que ante la ambigüedad, prefiere bailar al son que le toquen en lugar de aclarar y concretar, con todas las consecuencias que eso conlleva.
¿Se entiende cómo el problema del estrés laboral es multi-factorial y va más allá de la jornada de trabajo y de las exigencias de un puesto? ¿Cómo combatimos todo lo demás? Yo puedo ayudarte a no ser parte de las estadísticas de estrés laboral y, más importante aún, que no desarrolles un síndrome de Burnout, que es la antesala a muchas otras enfermedades físicas y mentales, además de un alto costo en lo laboral, social y familiar.
Escríbeme, me encantará apoyarte.

