¿Por qué la psicoterapia es parte de la canasta básica en la vida ejecutiva?

Osvaldo Hernández • 11 de mayo de 2025

La psicoterapia no solamente es valiosa cuando abordamos un trastorno de índole mental.

Hoy la psicoterapia es una herramienta altamente valorada por personas que se someten a altas dosis de estrés diario, tanto en lo personal como en lo profesional. Las personas con muchas responsabilidades, que generalmente lideran equipos de alto desempeño necesitan espacios donde puedan descargar las grandes presiones con las que viven. Y esto no siempre es posible en el entorno familiar, ni con los amigos más cercanos; ya que se trata de personas ajenas al contexto en el que la persona se encuentra, y que están desconectadas de sus problemáticas y, por ende, no pueden empatizar con ellos. Estos grandes líderes necesitan un espacio seguro para develar sus preocupaciones más importantes, así como contrastar sus ideas acerca de sí mismos y el rol que ejercen en sus organizaciones.


Los directores, gerentes y altos ejecutivos ya entendieron que la línea divisoria entre vida personal y profesional es prácticamente imposible de marcar y que, aunque dispongan de equipos humanos de alto desempeño, esto no significa que podrán delegar el 100% de las actividades críticas, y mucho menos que los equipos son infaliblemente autónomos; lo cual significa que sí, sí se puede delegar, pero quizá el costo de aprendizaje serán algunos errores, unos más delicados que otros, con su respectiva dosis de estrés, pero que el factor riesgo siempre estará presente en la ecuación.



Y entonces, ¿qué le queda por hacer a estos altos ejecutivos ante un entorno incierto, con posibilidades de que se presenten urgencias en cualquier momento? La respuesta se encuentra en no olvidarse de sí mismos. De no ignorar las señales de alerta dentro de sus dinámicas personales, familiares y profesionales. Y precisamente para eso está la psicoterapia, al servicio de la persona y de sus hábitos de bienestar, desde una perspectiva integral. De recordarle que antes de ser director o gerente, incluso muchas veces antes de ser dueño de negocio o empresario, es una persona, un ser humano que ejerce ese rol, además de otros tantos en su vida. Esta persona es la que con frecuencia sufre grandes presiones para mantener el negocio (o su área, departamento) a flote, que tiene que sacrificar espacios personales en beneficio de su puesto y de la organización; que constantemente cancela visitas al médico, chequeos, estudios, tratamientos, compromisos familiares y necesidades personales en pro de un proyecto o de un negocio de la organización.

La psicoterapia es un proceso que a todos (y me incluyo) nos ayuda a entrar en contacto con la realidad y, sobre todo, nos permite dimensionar nuestro rol en el juego en el que nos encontramos; nuestra verdadera participación en la situación de la que formamos parte y, más importante aún, decidir qué queremos hacer al respecto. La psicoterapia nos permite reevaluar nuestras metas, ajustar nuestras expectativas, considerar vías alternas o, incluso, nuevos caminos para nuestro mayor beneficio.


La psicoterapia no solamente es valiosa cuando abordamos un trastorno de índole mental. Incluso mucho antes de que esto suceda, el gran beneficio del autoconocimiento y de la responsabilidad personal son dimensiones del ser humano que vale la pena que sean desarrolladas, ya sea a través de la psicoterapia o en otros procesos donde la persona desee crecer y desarrollarse. 



Si te interesa saber cómo la psicoterapia puede ser una llave que te lleve a abrir varias respuestas que habías estado buscando, no dudes en escribirme. Será un placer apoyar tu proceso de auto-conocimiento y el encuentro con tu versión más plena.

Por Osvaldo Hernández 12 de mayo de 2025
Quizá antes hayas escuchado que México ocupa el primer lugar a nivel mundial en estrés laboral, incluso por encima de economías más competitivas e híper productivas como China y Estados Unidos de América. Es cierto que tenemos la jornada semanal más largas a nivel global, lo cual denota que seguimos siendo un país que privilegia la presencialidad, aunque improductiva; y las horas silla, más que las horas de trabajo efectivas. Se ha calculado que el 75% de la fuerza laboral activa vive con estrés laboral, dato brindado por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) incluso antes de la pandemia de COVID-19. Esto significa que 3 de cada 4 trabajadores sufre algún nivel de estrés laboral. Esto se pone considerablemente más grave cuando sabemos que 2 de cada 10 personas que sufren estrés laboral lo han vivido de manera sostenida por un período de al menos 2 años, lo cual da cuenta de condiciones propicias para desarrollar lo que hoy se conoce como síndrome de Burnout, o bien, síndrome de agotamiento profesional, cuyas consecuencias son devastadoras para la persona que lo sufre y, también es importante decirlo, para las personas en su entorno laboral y personal. Sin embargo, más allá de las exigencias laborales reales, hay factores muy idiosincráticos de los mexicanos (y me incluyo), que valdría la pena analizar, porque sin duda son ingredientes innegables de la receta que deriva en el estrés laboral, tales como: Poca o nula organización: a los mexicanos no nos gusta trabajar con agenda. Desdeñamos el impacto positivo de organizar nuestras actividades diarias. Empleamos poco tiempo para la planeación, y mucho para la ejecución de tareas que surgen espontáneamente y para andar “apagando incendios”, como se dice coloquialmente. Nos involucramos en tareas de poco valor para nuestro rol, y con frecuencia descuidamos las funciones para las que realmente hemos sido contratados. Mucho esmero por agradar, poca habilidad para decir “No”: los mexicanos somos muy complacientes. Nos encanta ser los salvadores de todas las situaciones, incluso en las que no tenemos experiencia, competencias ni habilidades. Culturalmente vemos como algo negativo decir “No” a una invitación, tanto en lo personal como en lo laboral. Por ende, nos llenamos de actividades, sentimos que no avanzamos en nada, y eventualmente culpamos a nuestra empresa o a nuestro jefe de que nos piden hacer muchas cosas. Falta de asertividad y límites saludables: como mexicanos nos cuesta trabajo aclarar las cosas. Llegamos a un trabajo donde no se nos explican nuestras responsabilidades, sólo recibimos tareas, requerimientos, solicitudes, etc. No aclaramos para qué fuimos contratados. Aún si tenemos la fortuna de leer un descriptivo de puesto, no expresamos nada cuando se nos pide una cosa y luego otra completamente diferente; o peor aún, cuando se nos piden tareas con un enfoque completamente distinto, prácticamente para la misma fecha o lapso de tiempo. Sé que las generalizaciones son siempre odiosas, y que seguramente hay muchos mexicanos que no son representados en estas situaciones. Pero más bien, analicemos qué pasa con una sociedad cuando la gran mayoría de la fuerza laboral no usa agenda, no planea, no respeta tiempos de entrega, no sabe decir “No” y por lo tanto no se enfoca; y que ante la ambigüedad, prefiere bailar al son que le toquen en lugar de aclarar y concretar, con todas las consecuencias que eso conlleva. ¿Se entiende cómo el problema del estrés laboral es multi-factorial y va más allá de la jornada de trabajo y de las exigencias de un puesto? ¿Cómo combatimos todo lo demás? Yo puedo ayudarte a no ser parte de las estadísticas de estrés laboral y, más importante aún, que no desarrolles un síndrome de Burnout, que es la antesala a muchas otras enfermedades físicas y mentales, además de un alto costo en lo laboral, social y familiar. Escríbeme, me encantará apoyarte.
Por Osvaldo Hernández 12 de mayo de 2025
El acoso laboral está descrito desde la Organización Internacional del Trabajo como un conjunto de comportamientos y prácticas inaceptables, o de amenazas de tales comportamientos y prácticas. Conceptos como violencia laboral, hostigamiento, abuso, persecución, incluso su acepción en inglés como Mobbing (un término que seguramente has escuchado al menos una vez), todos están íntimamente ligados al fenómeno llamado acoso laboral. Este se presenta de muchas maneras, tales como críticas infundadas, o la asignación de trabajos irrelevantes, la sobrecarga laboral, a veces incluso instrucciones contradictorias. También se puede reflejar a través de la asignación o retiro de responsabilidades de forma no consensuada, hasta actos de discriminación o exclusión; alcanzando fenómenos tan delicados como la difusión de rumores y la difamación. Si bien cada caso es distinto, el acoso laboral puede perseguir al menos uno de tres objetivos: la sumisión (siempre conlleva un desequilibrio de poder), la represalia (a veces por haber cumplido con su trabajo y exponer malas prácticas, o bien, no haberse prestado a ellas) o la deserción, siendo este último la consecuencia más común en personas que han estado expuestas al fenómeno del acoso laboral por un tiempo considerable. El acoso laboral es un espectro donde los comportamientos inaceptables pueden ir desde lo más sutil hasta lo más explícito. Puede empezar con pequeños matices en la voz, en el trato, aparentes pequeños descuidos, escalando en violencia e intensidad. El acoso laboral va desde la dimensión psicológica, pasando por la verbal y en el extremo se encuentra la física, que ya es muy difícil de negar. Desde manotazos en el escritorio, o lanzar cosas al piso, azotar las puertas, incluso el apuntar con el dedo o el gesto de empuñar, ya son evidencias de violencia laboral, aún si no hay contacto físico. Es muy importante aclarar que el acoso laboral no es un evento aislado, de una sola vez. Los conflictos entre personas siempre existen, sin embargo para hablar de acoso como tal, es importante que cumpla el criterio de ser actos dirigidos a una persona (o grupo de personas) de manera sostenida en el tiempo. Ahora bien, ¿qué pasa en la psique de una persona que ha estado expuesta por un período considerable de tiempo a este tipo de tratos en su centro laboral? Y no quiero poner un número de meses o años, porque cada persona percibe su realidad de manera distinta, y los eventos que vive le afectan también de forma diferente que a los demás. Sin embargo, la exposición a las conductas de acoso laboral deriva en: estrés crónico, desregulación emocional, problemas en las relaciones con otras personas, somatización (las emociones se reflejan en el cuerpo ya sea con dolor o con malestares), puede incluso detonar conductas de riesgo como adicciones o autolesiones; incluso puede causar en la persona problemas de identidad. Todo lo anterior no son efectos menores, pues la persona termina sucumbiendo a la experiencia traumática que implica vivir acoso laboral, lo que puede afectar no sólo su salud mental, sino su bienestar de manera integral. Y de no tratarse, con el tiempo puede dar paso a enfermedades crónicas, síndromes complejos, además de alterar permanentemente la conducta de la persona, volviéndose evitativa ante ciertas situaciones, incluso podría desarrollar fobias con respecto a eventos que le recuerden la experiencia traumática vivida.  Mi especialidad es la Psicotraumatología, y he desarrollado un protocolo terapéutico para tratar a personas que han sufrido acoso laboral en algún momento de su vida. El objetivo es, primordialmente, la rehabilitación psicológica. Y de manera secundaria, pero muy importante también, la reinserción profesional de una manera digna, plena y segura.
Por Osvaldo Hernández 12 de mayo de 2025
Aunque ya hablamos de salud mental con mucha más naturalidad que antes, y además las nuevas generaciones son bastante más abiertas con respecto a este tema; no obstante, sigue existiendo un estigma con respecto a tener alguna situación que afecte la salud mental propia, sobre todo si prevé que pudiera afectar el desempeño laboral. En consecuencia, podemos observar varios factores: Miedo a la discriminación : Muchas personas con trastornos mentales temen que, si revelan su condición, puedan ser vistas como menos competentes o poco confiables. Falta de comprensión: Todavía hay muchos mitos e ideas erróneas sobre la salud mental, lo que lleva a juicios injustos o a minimizar el impacto real de los trastornos. Poca apertura institucional: Algunas empresas carecen de políticas claras o de un ambiente que fomente la salud mental, lo que desalienta a los empleados a hablar o buscar ayuda. Consecuencias profesionales: Algunas personas han experimentado represalias o falta de oportunidades después de revelar una condición mental, lo que refuerza el silencio. Sin embargo, así como todavía nos encontramos situaciones como estas, también hay cada vez más empresas trabajando para romper estos estigmas, y creando programas para que sus colaboradores puedan concientizarse y cuidar mejor su salud mental desde el centro de trabajo. Es gratificante revisar algunas de estas prácticas, ya que pueden ilustrarnos sobre cómo impulsar un cambio de paradigma con respecto a la salud mental en la vida organizacional: Microsoft , por ejemplo, ha fomentado una cultura de apertura y apoyo, destacando en la creación de entornos donde las personas pueden hablar sobre su salud mental sin miedo a las represalias. Para que esto funcione, ha invertido recursos para capacitar a sus líderes en salud mental, y ha brindado acceso a terapeutas y recursos de bienestar a través de su plataforma interna. Unilever , por su parte, creó el programa Lamplighter, donde han formado “Mental Health Champions” dentro de cada equipo de trabajo, haciendo más cercano el apoyo por parte de la empresa a todos los colaboradores. Además, realizan evaluaciones regulares de bienestar emocional, además de brindar permisos por salud mental, similares a cualquier permiso médico. Deloitte , desarrollando un liderazgo visible y políticas de inclusión. En esta empresa se ha vuelto común ver a la alta dirección hablar sobre salud mental, así como la existencia de campañas internas donde predomina el lema “ser vulnerable está bien”, así como la asignación de días para el autocuidado mental. Además, el bienestar mental es parte de las evaluaciones a los líderes. Google , a través de la normalización de recursos para el cuidado de la salud mental, por ejemplo, brinda terapia gratuita y anónima a sus empleados; además de brindar talleres sobre temas relacionados como la resiliencia, el mindfulness y el manejo del estrés. También hay una línea de ayuda que brinda apoyo en crisis a nivel global 24/7. Con estos ejemplos podemos inspirarnos e incluso generar ideas para eliminar, o por lo menos reducir el estigma asociado al cuidado de la salud mental. He escuchado a líderes empresariales decir que no quieren tocar estos temas porque equivaldría a abrir la caja de pandora y se develarían muchas situaciones en las que la empresa que no se quiere involucrar. Yo les digo a esos líderes que no tengan miedo. Es peor no hablar del tema, porque la necesidad existe y cada día es más tangible. Incluir la salud mental en la cultura de las organizaciones no es un tema accesorio, ni de moda, es un tema estratégico y de responsabilidad social, empezando con su propia población laboral. ¿Te gustaría crear las bases de inclusión de la salud mental en la cultura organizacional de tu empresa u organización? Escríbeme, puedo apoyarte con mucho gusto.